Comienzo saludando a algunos
venezolanos, quienes se hallan atrapados en el pasado reciente de nuestra
situación, que no notaron que con una moneda subsidiada no teníamos acceso real
a los objetos y placeres con los cuales nos hemos estado fotografiando, y es
que los oigo hablar: “Antes me iba muy bien,
compré carro, apartamento, viajaba fuera del país al menos una vez al año y no
me cabían las compras en las maletas, pero ahora la vaina está terrible…” y
me preocupa porque cada vez que uno de nosotros abre la boca, lo hace en nombre
de todos, y me asusto porque después de esa frase viene una sacudida como: “por eso no me he podido divorciar, es
complicado porque tengo que dividir todo eso entre dos y ¿cuándo se vuelve uno
a comprar todas sus cosas?” Me tomo la libertad de leer entre esas líneas,
que usted vive y puede que comparta su cama y su cuerpo con una persona a quien
no ama y tal vez aborrece, sólo por interés económico, por no tener la mitad,
por no “ser” pobre y, ante esta hipótesis se me hace la imagen de la
prostitución. Según RAE, Prostitución es la actividad de quien mantiene
relaciones sexuales con otra persona a cambio de dinero (con el debido respeto
a las personas que se dedican literalmente a este oficio).
De vez en cuando
escucho relatos como: “yo no me complico,
la paso bien, si me quiere regalar cosas, invitar a viajar o a comer, pagarme
un tratamiento de estética, que lo haga, no le estoy obligando; paso el rato y
ya, me imagino que esa persona está clara que nada que ver, no le estoy ofreciendo
nada serio”. Ideas mías quizás, pero yo al escuchar eso pienso que usted es
alguien que finge para que la otra persona se sienta complacida y le recompense
con dinero, entonces, de inmediato, otra imagen de prostitución es la que
percibo y, no sólo me llama la atención quien hace eso, sino quien deja que le
traten así, ambos participan en este maltrato.
En estos días he
estado atenta a aquellos “acuerdos” que hacemos para que alguien nos saque de
este país, algunos dicen que se enamoraron con un par de sesiones de cyber-sex,
otros engañan a una supuesta víctima que “cae” en el juego pero luego “se quita
la careta” y es una persona violenta o decepcionante, otros pagan para casarse
con alguien que luego reclama otros derechos que no estaban previstos, en fin,
la imagen se repite.
Problemas así nos
están pasando, pero le hablo a quienes desean que esto tenga un desenlace
diferente, a quienes no se ponen a la defensiva con esta opinión sino que
humildemente se ven reflejados en esto que sin haberlo deseado nos atrapa, a
quienes dudan que algo así les haya sucedido o les esté sucediendo y a quienes
se preocupan por los males individuales que producen calamidades colectivas…
Sólo a ustedes les hablo, sólo a ustedes les aseguro que las cosas pueden
cambiar y que una de las soluciones es buscar ayuda con un profesional de la
Salud Mental.
Analeda Regalado
Betancourt
@consultamental - Venezuela